Esta es la situación rocambolesca que nos ha llevado Lucía Figar y su programa de bilingüismo: aulas hacinadas con profesor bilingüe y asistente de inglés.
Están llegando muchos asistentes norteamericanos y algunos profesores colaboradores ingleses. Si la idea de fomentar el bilingüismo con nativos presenciales no es mala pero en clases de 35 alumnos o más es muy difícil mantener el silencio y hacer una gestión de grupo colaborativo. El profesor debe dedicar íntegramente el tiempo a explicar sin apenas interaccionar con los alumnos.
El asistente no tiene autoridad para nada y además desconocen el trabajo en equipo que es imprescindible en los departamentos. Van a su aire, no saben nada de la asignatura a la que asisten y eso significa que están de más.
Todos nos preguntamos por qué ese dinero no se deriva a contratar a profesores españoles para las clases de apoyo que se han quitado, o para hacer grupos de alumnos más pequeños.
En resumen, una gestión económica del departamento de Educación muy cuestionable.
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